“Esa
no soy yo”, consiste en la instalación de un espejo modificado con la
inscripción: “Esa no soy yo” en los baños públicos de un centro comercial.
Parte de la movilidad emotiva que me sitúa en contra de la regulación de género
que se ejerce en los baños a través de la mirada, con respecto a las
feminidades normativas heterosexuales, puesto que mi cuerpo está marcado como
usurpador de la identidad masculina, mi identidad corresponde a la
representación lesbiana de la machorra.
Para
éste ejercicio quise generar un dispositivo que redirigiera la mirada y diera
cuenta de lo que allí sucede, así que velé la superficie del espejo y conservé
sólo la frase inscrita, recordando que la imagen del reflejo no es la que me
corresponde, eso que yo debería ser no soy y de acuerdo con la repetición en la
performatividad del género, su representación siempre es parcial y nunca
corresponde completamente a la norma que reproduce.
Así
como en la obra de Lygia Clark mi experiencia vital es el vehículo para entablar
un dialogo con la participante, a la que implico en una relación diferente con
su reflejo que dadas las especificidades del espacio corresponde a la
representación femenina, que al leer: esa
no soy yo, también las sitúa en la misma relación en la cual su reflejo
nunca alcanza lo femenino por complejo, y es la que hace que el género
continuamente deba ser fijado.
Ese
direccionamiento hacia esa no soy yo,
busca guiar a la participante, a repensar las relaciones de su cuerpo con lo
simbólico femenino, donde lo que significa a lo femenino desde las lógicas de
lo heteronormativo es el deseo masculino, lo que logra expropiar casi por
completo a la mujer de una representación en nombre propio y para sí misma.
Por
lo tanto intervenir en esa ficción de la representación femenina, es la forma de
distanciarme de los modelos de representación por los que soy llamada a
representarme, intervención en la que invito a más mujeres a cuestionarse sobre
su propia representación. En donde a través de este cuestionamiento sobre la propia
experiencia nos sitúo dentro de los saberes culturales donde lo femenino sólo
cobra sentido dentro de los valores culturales.
Es
así como para mi la actualización del trabajo de Clark estaría no en entender
las lógicas efectivas de un cuerpo neutro, que se entiende a través de los
fenómenos de la experiencia, en lo que ella llama una arquitectura biológica,
sino sería más bien entender como las arquitecturas sociales han determinado
nuestros cuerpos, para así deconstruir la forma en como fueron determinados.
Andrea
Barragán.
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