Los ade_manes[1] en mi cuerpo son una tacha, una tacha que marca
una representación abyecta[2]. Un trazo que, como Doris Salcedo describe en su
propuesta Shibboleth [3] delimita la viabilidad de unos cuerpos en un
territorio, cuando al construir una grieta de 167 metros de largo en la Tate
Modern señala:
"La obra lo que
intenta es marcar la división profunda que existe entre la humanidad y los que
no somos considerados exactamente ciudadanos o humanos, marcar que existe una
diferencia profunda, literalmente sin fondo, entre estos dos mundos que jamás
se tocan, que jamás se encuentran".[4]
Siendo
la primera mujer latinoamericana que exponía en ese espacio, Salcedo abre una grieta en el mainstream, por medio de la cual critica la
definición moderna de lo humano, que produce un antagonismo entre lo Uno y lo
Otro, hallando una representación del vacío que delimita una diferenciación
significativa, en donde lo que es
considerado humano genera distanciamientos, señalamientos y diferencias.
Con
respecto a lo que dice Salcedo sobre estos mundos que no se tocan considero que
los dos bordes de la grieta se interpelan, desde la ausencia, puesto que las
marcas que separan unos cuerpos de otros son relacionales. Blanco es blanco con
respecto al negro, un hombre llega a serlo porque no es una mujer, la diferencia
entre norte y sur, allí es donde los límites cobran sentido, por medio del
rozamiento entre sí, recordándonos además que no son categorías estáticas. Por
lo anterior reconozco ésta grieta como un vacío que se construye desde las
relaciones mismas, que al establecer una distancia frente a lo otro, funciona a
modo de reflejo de lo uno para legitimar a éste último, para reafirmarlo. Así
que la distancia no se establece como una muralla de dos mundos que no se
tocan, sino que se genera a través de dos mundos que al tocarse queda
delimitada su distancia, pues su relación es lo que los significa y los sitúa.
De
ésta manera, la categoría de género por ejemplo, no sólo se construye en torno
a uno mismo sino también en la relación con otros, interviniendo en eso que
creemos tan nuestro como la subjetividad, pues estas normas implícitas en las
relaciones con género delimitan y determinan, el flujo y las formas de estos
cuerpos en el espacio, en donde su cercanía o distancia de las mismas delimita
su reconocimiento .[5]
En
ese agrietamiento negativo que distingue unas corporalidades de otras está
trazado mi cuerpo que materializa una distancia constitutiva con respecto a lo
femenino, en la encarnación de una masculinidad vivida en un cuerpo asignado
como femenino culturalmente. Soy lo que en mi infancia se nombraba “marimacho”,
categoría que funcionaba para denunciar a unos cuerpos que se salían de las
normas de lo femenino, una mujer amachada, una relación con el género que me
enmarca dos veces en el no hombre, pues, al ser categorizada como una biomujer,
represento epistemologicamente al no hombre, y al no llevar una masculinidad
que se materialice en un cuerpo asignado como biohombre llego nuevamente al
lugar del no hombre.
En
este orden de ideas me he fugado del género dos veces, doblemente marcada, soy
extranjera en éste género, que me ha demostrado rotundamente esa distancia,
cuando por ejemplo en los juegos de mi niñez no me dejaban jugar por no llevar
la feminidad al límite del reconocimiento. Actualmente, aparece en lugares como
el baño en donde la no correspondencia clara con el sistema sexo/género/deseo
me pone al descubierto como una corporalidad que debe ser vigilada. De manera
similar funciona en las calles cuando en múltiples ocasiones se me ha hecho
notar desde fuera que soy extranjera en la feminidad, con alertas a modo de
insulto como: “Le falta la antena” declaración que busca regularme y situarme de
nuevo en el ámbito de lo femenino puesto que no puedo usurpar otra identidad.
Posicionamientos subjetivos que me llevan a
cuestionar los límites del sistema sexo/género/deseo con respecto a mi
materialidad como una machorra lesbiana en un régimen heterosexual, en donde al
tratar de indagar en una subjetividad que me antecede, no sólo convoca mi
experiencia sino que habla en una escala más alta sobre los cuerpos fugados del
género, impostores, desobedientes, disidentes y ante todo en una posición de
resistencia.
[6] Como
en el caso de las fotografías de Opie y Hazekamp, en donde indiscutiblemente
esa traza constituye una herida que marca, ya sea por la inviabilidad de poder
realizarse en un hogar lesbiano al margen de una matriz heterosexual, o las
cicatrices que se delinean a través de las violencias que se ejercen en nombre
de la normalidad. Adjetivo que al enunciar lo que debe ser normal define
claramente eso que no es, delimitando un vacío constitutivo nuevamente, que en
este caso enmarca otro matiz del mundo de lo negativo, un lugar en donde la división
se ejerce a través de prácticas del silencio, en donde el mismo constriñe,
regula, sitúa y también hiere.
Allí
mismo en la vida al borde de los límites del género, en los cercos de la
negatividad, es posible generar una relación con el mundo que es lo que llama
Alaska “Los paraísos artificiales”[7]
los cuales son utopías del presente, construcciones artificiales que permiten
materializar unos agenciamientos corporales por medio de la resignificación de categorías que no
escogemos ni escogimos pero sí nos determinan. “Los paraísos artificiales serían entonces unos posicionamientos
subjetivos que se encarnan por medio del deseo, el deseo de poder ser lo que
unx quiere, que al rechazar una vida en la nulidad, representa en términos de
Platero la disposición de un espacio con
unas condiciones de materialidad para poder ser, al margen de unos límites
que no son nuestros.[8]
Es
así como la negatividad representa para mi no sólo la tacha, sino también la
posibilidad de generar resistencias desde el cuerpo que permitan abrir un
horizonte para la viabilidad de cuerpos no reconocibles dentro de los marcos de
la matriz heterosexual de diferenciación sexual, sin la cual la habitabilidad
de estos cuerpos resulta imposible e insoportable. Es así como se vive en
paradoja según Butler una lucha entre las normas y las posibilidades de
resistirlas para materializar el deseo propio.
El
planteamiento que quiero llevar a cabo por medio de éste texto es la
condensación de una reflexión de largo alcance que ha sido motivada por mi
experiencia situada en los límites de la paradoja, que más que exponer mi
propia experiencia, presenta formas activas de resistencia, que he desarrollado
por medio de algunas estrategias que están al límite (dentro y fuera) del museo
en las prácticas artísticas y los procesos creativos, de las que me he apropiado
utilizándolas como herramientas críticas para cuestionar las normas, políticas,
representaciones y discursos que anteceden mi subjetividad abyecta. Lo anterior
me permite cierto nivel de agenciamiento y por lo tanto me lleva a plantearlas
como estrategias de transformación y de subversión que pueden llegar a resignificar
la experiencia subjetiva.
[10] Cuando
me trasvestí como Serguei LTDA, no lo hice para personificar el deseo de ser
otro inverso y masculino, puesto que lo asumí como una estrategia que me serviría
para cuestionar el género como productor y regulador de unas identidades
particulares, por medio de las cuales se sitúa a los sujetos en unas relaciones
de poder.
Es
así como éste cambio en mi performatividad no consistió en transitar de un
género a otro sino en confrontar las ficciones de género, por medio de las cuales el mismo se
reconoce como una categoría naturalizada que legitima éstas relaciones de
poder.
Desmantelar
el género como una producción cultural y reconocerlo entonces como un sistema
que ejerce un alto nivel de violencias a través de la categorización de los
cuerpos sexuados, implicó entender mi lugar de enunciación dentro de esas
relaciones de poder, en donde lo que representa e implica ser asignada como
mujer a la hora de nacer, de antemano extiende unas desventajas en la esfera
pública y privada.
A
través de la historización de la categoría, realicé una revisión respecto al
sujeto mujer, en donde al hacer una lectura de la representación femenina
usando la metodología de Barthes en Mitologías.
Tomé imágenes de la televisión, la historia del arte, la publicidad,
textos, ensayos para analizar los discursos que antecedían su representación,
allí logré ver la negatividad de ésta categoría, en donde su subjetividad es un
instrumento en un mundo masculino.
De
ésta manera habitar la categoría mujer trae consigo esa historicidad, en la
cuál hace muy poco tiempo somos consideradas ciudadanas, donde en la historia
del arte por ejemplo, hace menos de cien años dejamos de ser objetos y musas
para ser sujetos y constructoras de un arte propio, que recientemente dejó de
ser considerado ornamental para ser valorado en sus propias dimensiones;
aquella es una tensión que aún hoy se mantiene con esa noción de humanidad
moderna, por medio de la cual todavía somos significadas.
Cuando
saco las imágenes de Serguei LTDA. a la calle, lo hago por medio de unos
calendarios, pues en medio de ésta revisión de imágenes traté de encontrar
dispositivos en los cuales se regulara el género o al menos se interpelara. Era
principio de año y en esos días no se deja de recibir almanaques con mujeres,
carros o bebés, con alguna frase alusoria a la prosperidad del nuevo año. Pienso
igual que éstas frases e imágenes no son neutrales y que de alguna manera éstas
frases que describen el éxito están dirigidas a un sujeto masculino, de ésta forma
identifico los almanaques como un dispositivo de regulación de género en donde
la performatividad masculina se llena de significado; así que intervenirlos hizo
parte de una estrategia para intervenir en esta producción subjetiva que
desmantelara su artificio.
En
su artificialidad reconozco el machismo de las masculinidades heroicas, como un
objetivo a ser flanqueado, ya que sí el mundo femenino está significado desde
el masculino, habría que prestarles atención para saber cómo boicotearlo, de
ésta forma construí una masculinidad desde lo femenino. Era una parodia de lo
masculino, que burlaba la legitimidad del macho que se construye bajo el
presupuesto de ser un “no mujer” .
Con el travestismo como estrategia saturé la categoría y me construí una
masculinidad a punta de lentejuelas y escarcha, una masculinidad apropiada
desde el mundo femenino, para rebasar los géneros, un pastiche simbólico que
excedía sus categorías denunciando sus lógicas que fisuraba el sistema
sexo/género/deseo, al saltar de la correspondencia de sexo=género=deseo.
[11] “Dicen
que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer” Antonio Machado.
Éste
es uno de los calendarios que repartí. Es la representación de una escena
particular compuesta por un fotomontaje que hice en el cual situaba la pose de
Serguei dentro del macho romántico. La mirada directa, un bigote hecho con
lentejuelas negras y como atuendo una chaqueta de cuero negra entreabierta enseñando
un poco mis tetas, para escenificar con esta puesta en escena la frase de
Machado.
La
de Machado es una afirmación que busca legitimar al hombre a través de la
relación que pueda llegar a tener con una
mujer, que es además la inscripción del sujeto masculino en la matriz
heterosexual. Pero la presencia que yo cito en esta escena lleva a la paradoja
los presupuestos masculinos, hasta lograr subvertirlos y rebasar el género,
pues cuando ésta afirmación es hecha por una biomujer lesbiana cambia
totalmente su significado y se traslada a la imaginería lésbica.
De
esa manera la masculinidad heroica es flanqueada, cuando parodio la virilidad
en cuerpo ajeno, y construyo la representación de un Otro. Al ser la virilidad una
característica que se piensa como biológica propia de los biohombres, nunca
protésica, es constitutiva de una masculinidad que Halberstam describe como la
performatividad que debe ser probada todo el tiempo, y que en este caso al
traspolarla al tecnohombre. Esa artificialidad del género también se cumple,
pero debe ser probada por medio de ade_manes en cuerpo ajeno que falseen su reflejo
y produzcan un espejismo que corresponde al exabrupto.
Si no es posible apelar
a una «persona», un «sexo» o una «sexualidad» que evite la matriz de las
relaciones discursivas y de poder que de hecho crean y regulan la
inteligibilidad de esos conceptos, ¿qué determina la posibilidad de inversión,
subversión o desplazamiento reales dentro de los términos de una identidad
construida? ¿Qué alternativas hay en virtud del carácter construido del sexo y
el género?[12]
No
creo que haya forma de deshacer el género que no sea deconstruyendo el sistema
sexo/ género en sí, fuera de estos binarios no hay nada, pero en ellos está la
materia a intervenir. precisamente es la metodología que me ha permitido
encontrar formas creativas de boicotear el sistema, en las cuales apropiarme
del género discursivamente e intervenirlo implica continuamente subvertir sus
formas de regulación, saturando la categoría hasta volverla ilegitima
Así lo continúe
haciéndolo hasta que dejé de desdibujar esas metáforas del género
simbólicamente, y lo llevé un paso más allá al caracterizar a Serguei Ltda. en
un escenario. En este espacio, no sólo denunciaba dispositivos de regulación de
género que reconocía en ciertos lugares y dispositivos, sino que también me
disponía a poner acción el mito completo, en el simulacro de una subjetividad
fugada de los límites reconocibles y establecidos en este sistema, actuar
performativamente para denunciar lo performativo del género.
[13] Sin vergüenza es un performance en el que
interpreto “Escándalo” una ranchera de Javier Solís que habla de un amor
atravesado por la diferencia de clases. La viabilidad de este amor se pone en
juego por la distinción de sus cuerpos categorizados a través de la clase
social, como dos esferas que no deben juntarse, la clase baja y la alta. Decidí
interpretarla porque si se traslada a la esfera lésbica, funciona de la misma
manera, como una práctica sexual que es contraria a las normas establecidas socialmente,
que en éste caso se refiere a la heterosexualidad obligatoria, que funciona
como una práctica abyecta, marginada y vigilada.