domingo, 25 de noviembre de 2012

Ade_manes. Masculinidades en cuerpo ajeno.


Los ade_manes[1] en mi cuerpo son una tacha, una tacha que marca una representación abyecta[2]. Un trazo que, como Doris Salcedo describe en su propuesta Shibboleth [3] delimita la viabilidad de unos cuerpos en un territorio, cuando al construir una grieta de 167 metros de largo en la Tate Modern señala:
"La obra lo que intenta es marcar la división profunda que existe entre la humanidad y los que no somos considerados exactamente ciudadanos o humanos, marcar que existe una diferencia profunda, literalmente sin fondo, entre estos dos mundos que jamás se tocan, que jamás se encuentran".[4]
Siendo la primera mujer latinoamericana que exponía en ese espacio, Salcedo abre una grieta en el mainstream, por medio de la cual critica la definición moderna de lo humano, que produce un antagonismo entre lo Uno y lo Otro, hallando una representación del vacío que delimita una diferenciación significativa, en donde lo que es considerado humano genera distanciamientos, señalamientos y diferencias.
Con respecto a lo que dice Salcedo sobre estos mundos que no se tocan considero que los dos bordes de la grieta se interpelan, desde la ausencia, puesto que las marcas que separan unos cuerpos de otros son relacionales. Blanco es blanco con respecto al negro, un hombre llega a serlo porque no es una mujer, la diferencia entre norte y sur, allí es donde los límites cobran sentido, por medio del rozamiento entre sí, recordándonos además que no son categorías estáticas. Por lo anterior reconozco ésta grieta como un vacío que se construye desde las relaciones mismas, que al establecer una distancia frente a lo otro, funciona a modo de reflejo de lo uno para legitimar a éste último, para reafirmarlo. Así que la distancia no se establece como una muralla de dos mundos que no se tocan, sino que se genera a través de dos mundos que al tocarse queda delimitada su distancia, pues su relación es lo que los significa y los sitúa.
De ésta manera, la categoría de género por ejemplo, no sólo se construye en torno a uno mismo sino también en la relación con otros, interviniendo en eso que creemos tan nuestro como la subjetividad, pues estas normas implícitas en las relaciones con género delimitan y determinan, el flujo y las formas de estos cuerpos en el espacio, en donde su cercanía o distancia de las mismas delimita su reconocimiento .[5]
En ese agrietamiento negativo que distingue unas corporalidades de otras está trazado mi cuerpo que materializa una distancia constitutiva con respecto a lo femenino, en la encarnación de una masculinidad vivida en un cuerpo asignado como femenino culturalmente. Soy lo que en mi infancia se nombraba “marimacho”, categoría que funcionaba para denunciar a unos cuerpos que se salían de las normas de lo femenino, una mujer amachada, una relación con el género que me enmarca dos veces en el no hombre, pues, al ser categorizada como una biomujer, represento epistemologicamente al no hombre, y al no llevar una masculinidad que se materialice en un cuerpo asignado como biohombre llego nuevamente al lugar del no hombre.
En este orden de ideas me he fugado del género dos veces, doblemente marcada, soy extranjera en éste género, que me ha demostrado rotundamente esa distancia, cuando por ejemplo en los juegos de mi niñez no me dejaban jugar por no llevar la feminidad al límite del reconocimiento. Actualmente, aparece en lugares como el baño en donde la no correspondencia clara con el sistema sexo/género/deseo me pone al descubierto como una corporalidad que debe ser vigilada. De manera similar funciona en las calles cuando en múltiples ocasiones se me ha hecho notar desde fuera que soy extranjera en la feminidad, con alertas a modo de insulto como: “Le falta la antena” declaración que busca regularme y situarme de nuevo en el ámbito de lo femenino puesto que no puedo usurpar otra identidad.
Posicionamientos subjetivos que me llevan a cuestionar los límites del sistema sexo/género/deseo con respecto a mi materialidad como una machorra lesbiana en un régimen heterosexual, en donde al tratar de indagar en una subjetividad que me antecede, no sólo convoca mi experiencia sino que habla en una escala más alta sobre los cuerpos fugados del género, impostores, desobedientes, disidentes y ante todo en una posición de resistencia.
[6]          Como en el caso de las fotografías de Opie y Hazekamp, en donde indiscutiblemente esa traza constituye una herida que marca, ya sea por la inviabilidad de poder realizarse en un hogar lesbiano al margen de una matriz heterosexual, o las cicatrices que se delinean a través de las violencias que se ejercen en nombre de la normalidad. Adjetivo que al enunciar lo que debe ser normal define claramente eso que no es, delimitando un vacío constitutivo nuevamente, que en este caso enmarca otro matiz del mundo de lo negativo, un lugar en donde la división se ejerce a través de prácticas del silencio, en donde el mismo constriñe, regula, sitúa y también hiere.
Allí mismo en la vida al borde de los límites del género, en los cercos de la negatividad, es posible generar una relación con el mundo que es lo que llama Alaska “Los paraísos artificiales”[7] los cuales son utopías del presente, construcciones artificiales que permiten materializar unos agenciamientos corporales  por medio de la resignificación de categorías que no escogemos ni escogimos pero sí nos determinan. Los paraísos artificiales serían entonces unos posicionamientos subjetivos que se encarnan por medio del deseo, el deseo de poder ser lo que unx quiere, que al rechazar una vida en la nulidad, representa en términos de Platero la disposición de un espacio con unas condiciones de materialidad para poder ser, al margen de unos límites que no son nuestros.[8]
Es así como la negatividad representa para mi no sólo la tacha, sino también la posibilidad de generar resistencias desde el cuerpo que permitan abrir un horizonte para la viabilidad de cuerpos no reconocibles dentro de los marcos de la matriz heterosexual de diferenciación sexual, sin la cual la habitabilidad de estos cuerpos resulta imposible e insoportable. Es así como se vive en paradoja según Butler una lucha entre las normas y las posibilidades de resistirlas para materializar el deseo propio.
El planteamiento que quiero llevar a cabo por medio de éste texto es la condensación de una reflexión de largo alcance que ha sido motivada por mi experiencia situada en los límites de la paradoja, que más que exponer mi propia experiencia, presenta formas activas de resistencia, que he desarrollado por medio de algunas estrategias que están al límite (dentro y fuera) del museo en las prácticas artísticas y los procesos creativos, de las que me he apropiado utilizándolas como herramientas críticas para cuestionar las normas, políticas, representaciones y discursos que anteceden mi subjetividad abyecta. Lo anterior me permite cierto nivel de agenciamiento y por lo tanto me lleva a plantearlas como estrategias de transformación y de subversión que pueden llegar a resignificar la experiencia subjetiva.

[10]         Cuando me trasvestí como Serguei LTDA, no lo hice para personificar el deseo de ser otro inverso y masculino, puesto que lo asumí como una estrategia que me serviría para cuestionar el género como productor y regulador de unas identidades particulares, por medio de las cuales se sitúa a los sujetos en unas relaciones de poder.
Es así como éste cambio en mi performatividad no consistió en transitar de un género a otro sino en confrontar las ficciones de género,  por medio de las cuales el mismo se reconoce como una categoría naturalizada que legitima éstas relaciones de poder.
Desmantelar el género como una producción cultural y reconocerlo entonces como un sistema que ejerce un alto nivel de violencias a través de la categorización de los cuerpos sexuados, implicó entender mi lugar de enunciación dentro de esas relaciones de poder, en donde lo que representa e implica ser asignada como mujer a la hora de nacer, de antemano extiende unas desventajas en la esfera pública y privada.
A través de la historización de la categoría, realicé una revisión respecto al sujeto mujer, en donde al hacer una lectura de la representación femenina usando la metodología de Barthes en Mitologías. Tomé imágenes de la televisión, la historia del arte, la publicidad, textos, ensayos para analizar los discursos que antecedían su representación, allí logré ver la negatividad de ésta categoría, en donde su subjetividad es un instrumento en un mundo masculino. 
De ésta manera habitar la categoría mujer trae consigo esa historicidad, en la cuál hace muy poco tiempo somos consideradas ciudadanas, donde en la historia del arte por ejemplo, hace menos de cien años dejamos de ser objetos y musas para ser sujetos y constructoras de un arte propio, que recientemente dejó de ser considerado ornamental para ser valorado en sus propias dimensiones; aquella es una tensión que aún hoy se mantiene con esa noción de humanidad moderna, por medio de la cual todavía somos significadas. 
Cuando saco las imágenes de Serguei LTDA. a la calle, lo hago por medio de unos calendarios, pues en medio de ésta revisión de imágenes traté de encontrar dispositivos en los cuales se regulara el género o al menos se interpelara. Era principio de año y en esos días no se deja de recibir almanaques con mujeres, carros o bebés, con alguna frase alusoria a la prosperidad del nuevo año. Pienso igual que éstas frases e imágenes no son neutrales y que de alguna manera éstas frases que describen el éxito están dirigidas a un sujeto masculino, de ésta forma identifico los almanaques como un dispositivo de regulación de género en donde la performatividad masculina se llena de significado; así que intervenirlos hizo parte de una estrategia para intervenir en esta producción subjetiva que desmantelara su artificio.
En su artificialidad reconozco el machismo de las masculinidades heroicas, como un objetivo a ser flanqueado, ya que sí el mundo femenino está significado desde el masculino, habría que prestarles atención para saber cómo boicotearlo, de ésta forma construí una masculinidad desde lo femenino. Era una parodia de lo masculino, que burlaba la legitimidad del macho que se construye bajo el presupuesto de ser un “no mujer” . Con el travestismo como estrategia saturé la categoría y me construí una masculinidad a punta de lentejuelas y escarcha, una masculinidad apropiada desde el mundo femenino, para rebasar los géneros, un pastiche simbólico que excedía sus categorías denunciando sus lógicas que fisuraba el sistema sexo/género/deseo, al saltar de la correspondencia de sexo=género=deseo. 
[11]         “Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer” Antonio Machado.
Éste es uno de los calendarios que repartí. Es la representación de una escena particular compuesta por un fotomontaje que hice en el cual situaba la pose de Serguei dentro del macho romántico. La mirada directa, un bigote hecho con lentejuelas negras y como atuendo una chaqueta de cuero negra entreabierta enseñando un poco mis tetas, para escenificar con esta puesta en escena la frase de Machado.
La de Machado es una afirmación que busca legitimar al hombre a través de la relación que pueda llegar a tener con una  mujer, que es además la inscripción del sujeto masculino en la matriz heterosexual. Pero la presencia que yo cito en esta escena lleva a la paradoja los presupuestos masculinos, hasta lograr subvertirlos y rebasar el género, pues cuando ésta afirmación es hecha por una biomujer lesbiana cambia totalmente su significado y se traslada a la imaginería lésbica.
De esa manera la masculinidad heroica es flanqueada, cuando parodio la virilidad en cuerpo ajeno, y construyo la representación de un Otro. Al ser la virilidad una característica que se piensa como biológica propia de los biohombres, nunca protésica, es constitutiva de una masculinidad que Halberstam describe como la performatividad que debe ser probada todo el tiempo, y que en este caso al traspolarla al tecnohombre. Esa artificialidad del género también se cumple, pero debe ser probada por medio de ade_manes en cuerpo ajeno que falseen su reflejo y produzcan un espejismo que corresponde al exabrupto.
Si no es posible apelar a una «persona», un «sexo» o una «sexualidad» que evite la matriz de las relaciones discursivas y de poder que de hecho crean y regulan la inteligibilidad de esos conceptos, ¿qué determina la posibilidad de inversión, subversión o desplazamiento reales dentro de los términos de una identidad construida? ¿Qué alternativas hay en virtud del carácter construido del sexo y el género?[12]
No creo que haya forma de deshacer el género que no sea deconstruyendo el sistema sexo/ género en sí, fuera de estos binarios no hay nada, pero en ellos está la materia a intervenir. precisamente es la metodología que me ha permitido encontrar formas creativas de boicotear el sistema, en las cuales apropiarme del género discursivamente e intervenirlo implica continuamente subvertir sus formas de regulación, saturando la categoría hasta volverla ilegitima
Así lo continúe haciéndolo hasta que dejé de desdibujar esas metáforas del género simbólicamente, y lo llevé un paso más allá al caracterizar a Serguei Ltda. en un escenario. En este espacio, no sólo denunciaba dispositivos de regulación de género que reconocía en ciertos lugares y dispositivos, sino que también me disponía a poner acción el mito completo, en el simulacro de una subjetividad fugada de los límites reconocibles y establecidos en este sistema, actuar performativamente para denunciar lo performativo del género.

[13]       Sin vergüenza es un performance en el que interpreto “Escándalo” una ranchera de Javier Solís que habla de un amor atravesado por la diferencia de clases. La viabilidad de este amor se pone en juego por la distinción de sus cuerpos categorizados a través de la clase social, como dos esferas que no deben juntarse, la clase baja y la alta. Decidí interpretarla porque si se traslada a la esfera lésbica, funciona de la misma manera, como una práctica sexual que es contraria a las normas establecidas socialmente, que en éste caso se refiere a la heterosexualidad obligatoria, que funciona como una práctica abyecta, marginada y vigilada.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

jueves, 1 de noviembre de 2012

Video: Esa no soy yo

Esa no soy yo


Esa no soy yo, originalmente cargada por lamismandrea.

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“Esa no soy yo”, consiste en la instalación de un espejo modificado con la inscripción: “Esa no soy yo” en los baños públicos de un centro comercial. Parte de la movilidad emotiva que me sitúa en contra de la regulación de género que se ejerce en los baños a través de la mirada, con respecto a las feminidades normativas heterosexuales, puesto que mi cuerpo está marcado como usurpador de la identidad masculina, mi identidad corresponde a la representación lesbiana de la machorra.
Para éste ejercicio quise generar un dispositivo que redirigiera la mirada y diera cuenta de lo que allí sucede, así que velé la superficie del espejo y conservé sólo la frase inscrita, recordando que la imagen del reflejo no es la que me corresponde, eso que yo debería ser no soy y de acuerdo con la repetición en la performatividad del género, su representación siempre es parcial y nunca corresponde completamente a la norma que reproduce.
Así como en la obra de Lygia Clark mi experiencia vital es el vehículo para entablar un dialogo con la participante, a la que implico en una relación diferente con su reflejo que dadas las especificidades del espacio corresponde a la representación femenina, que al leer: esa no soy yo, también las sitúa en la misma relación en la cual su reflejo nunca alcanza lo femenino por complejo, y es la que hace que el género continuamente deba ser fijado.
Ese direccionamiento hacia esa no soy yo, busca guiar a la participante, a repensar las relaciones de su cuerpo con lo simbólico femenino, donde lo que significa a lo femenino desde las lógicas de lo heteronormativo es el deseo masculino, lo que logra expropiar casi por completo a la mujer de una representación en nombre propio y para sí misma.
Por lo tanto intervenir en esa ficción de la representación femenina, es la forma de distanciarme de los modelos de representación por los que soy llamada a representarme, intervención en la que invito a más mujeres a cuestionarse sobre su propia representación. En donde a través de este cuestionamiento sobre la propia experiencia nos sitúo dentro de los saberes culturales donde lo femenino sólo cobra sentido dentro de los valores culturales.
Es así como para mi la actualización del trabajo de Clark estaría no en entender las lógicas efectivas de un cuerpo neutro, que se entiende a través de los fenómenos de la experiencia, en lo que ella llama una arquitectura biológica, sino sería más bien entender como las arquitecturas sociales han determinado nuestros cuerpos, para así deconstruir la forma en como fueron determinados.

Andrea Barragán.