lunes, 14 de septiembre de 2009

¿Las mujeres nacen o se hacen?

El lector estará pensando que esta pregunta no tiene validez, puesto que nacer mujer no se elije, es una cuestión biológica. Bien, tiene usted la razón en eso mi querido lector, pero las mujeres sí se hacen, es decir, ser mujer representa un sin fin de ideologías que poco o nada tienen que ver con la biología. Luego, la identidad de género que se le atribuye a la mujer es lo femenino y cuando ésta no se cumple como debería ser, la designación de “mujer” se torna difusa.
Yo, por ejemplo tengo la voz gruesa, el pelo corto, uso ropa relativamente ancha, no me pongo tacones, ni falda y uso un solo arete. Soy mujer biológicamente, pero en muchas ocasiones en la calle se refieren a mí como hombre, más que todo en las tiendas, me dicen por ejemplo: ¿quiere llevar algo más señor?

Ser mujer biológicamente es nacer con vagina y senos, además de una serie de características secundarias que varían de mujer a mujer, como las caderas acentuadas, la cintura marcada, las manos pequeñas, particularidades del bello facial y corporal; particularidades que en realidad no son decisivas al reconocer una mujer biológica, como lo son las dos que enuncié al principio.

Yo le pregunto a usted ¿el hecho de haber nacido con vagina y senos me asigna por cuestiones naturales el tener que parir un hijo o casarme con un hombre? Pues no, esto es una pregunta realizada bajo un sesgo cultural, el haber nacido con esta forma no me supedita a engendrar un hijo, ni mucho menos a casarme con un hombre, ni a tener relaciones afectivas con él.
Sin embargo, en el mundo actual, en el mundo real, específicamente el mundo de la cultura occidental, este razonamiento es asumido como verdadero por la mayoría de la gente, afirmando por ejemplo: que Dios nos hizo así para tales fines, o que anatómicamente de acuerdo con lo que nos brindó la naturaleza fuimos diseñados de ésta forma para terminar complementándonos con el sexo opuesto y así engendrar nuevos especimenes de la raza humana.

“ El sentido no está en el objeto o persona o cosa, ni está en la palabra. Somos nosotros los que fijamos el sentido de manera tan firme que, después de cierto tiempo parece ser una cosa natural e inevitable. El sentido es construido por el sistema de representación. “ (1)
“ Esto es lo que los niños aprenden, y la manera como ellos llegan a ser, no simples individuos biológicos sino sujetos culturales. Aprenden el sistema y las convenciones de la representación los códigos de sus lenguajes y cultura, que los equipa con un ‘saber hacer’ cultural que les posibilita funcionar como sujetos culturalmente competentes. “ (2)

Como sujetos de esta cultura aprendimos lo que representa una mujer, en consecuencia, aprendimos a representarnos como mujeres, no nacimos con ello en nuestro interior biológico. Ahora sí mi querido lector, usted me podrá dar la razón en que no nacemos mujeres, nos hacemos mujeres.

Bien, desde mi experiencia puedo decirle que el comprender esto aclara y explica un poco las cosas, pues en lo que llevo de vida nunca me he podido sentir cómoda con el ser mujer , no porque quiera ser hombre, sino porque en mi lo femenino caracterizado como lo he venido describiendo hasta este punto no ha sido característico, se conformó más bien como una ausencia, de esta manera, cada vez que me nombré mujer nunca me vi mujer, adquirí la identidad del vampiro, miré en un reflejo que no me pertenecía, que no me representaba; su imagen se hizo nula o mejor dicho sin sentido, su silencio es esa incomodidad perturbadora.

Esto no tendría sentido sí en mis congéneres no resonara; por un lado, yo no me parecía al resto de niñas, no era particularmente delicada, no jugaba con muñecas, ni usaba vestido; por el otro lado, ellas también lo notaban y me excluían de sus juegos por ello.
Esa dislocación en la identidad, ese no reconocerme en lo femenino se volvió conflictivo más si se tiene en cuenta que no solo era la impresión que yo diera de mi, ellas eran las que le daban el sentido, para que esto se entendiera como un problema, cuando me legitimaban como diferente, ahí ya no era sólo una apariencia, era una significación colectiva que me clasificaba como diferente, y lo hacían notar radicalmente, excluyéndome; gesto que me hacia ser consciente de que yo lo era, que yo significaba diferencia.

Simultáneamente había otra voz que profería el mismo discurso: mi mamá, ella no me señalaba por ser diferente, me señalaba lo que era “correcto”, era la representación “idónea” para mostrarme cómo debía ser una mujer, básicamente como ella yo debería ser, sí pensamos en que ella era mi identidad (reflejo) inmediata, mi autoridad adyacente. En esencia, me debía parecer a ella. Sin embargo no resultó así, lo cual empezó a definir un tipo de autocensura, un autoreconocimiento como diferente: del que ve en sus limites, sus fronteras, el no reflejo.

…la diferenciación o el esbozo de una identidad particular estaría trazado dentro del margen de los “otros”. (3)

Ese: “no encajar”, esa divergencia con el reflejo, esa opacidad en la identidad, esa ambigüedad, ese no sentido, hizo difícil y confuso entenderme bajo esta forma , - ¿por qué no soy igual al resto? acto seguido: ¿por qué debía parecerme?. - me sentí de alguna manera incompleta y sentí mucha rabia por eso, -la censura se volvió autocensura-.

Con ello, se acentuó el rechazo hacia lo femenino, até mi imagen a lo masculino, para simbolizar la abyección de lo femenino como identidad. - Aborté la feminidad como impronta, como cuerpo valorado y evaluado. - Asqueé su (mi) rechazo y malparí su forma, para designarme “contradicción” dentro de lo femenino, saturé ese “no encajar”: lo apropié como un tachón.

Edifiqué una identidad de género difusa: una mujer con apariencia masculina, que es una disolución /separación de la representación de género , es decir, adopté una forma no clara, diferente a la de los modelos de Representación(4); adquirí una significación ambigua, una designación que confunde sus limites, que se vuelve problemática en relación con lo femenino y lo masculino, como representaciones culturales del sexo biológico.

Me identifiqué con un malestar de género, - situación que en realidad no es muy difícil de propiciar -, puesto que lo femenino y lo masculino son categorías unívocas; esto quiere decir que lo femenino sólo le corresponde a las mujeres; es una designación que establece valores “equivalentes” y proporcionales, en donde la mujer es el sustantivo y lo femenino es su adjetivo único para la designación de la identidad de género ; entonces, cualquier mujer que se represente de manera diferente se consideraría ambigua, fuera de los límites de lo femenino, en efecto sería en menor o mayor grado masculina, pues el binarismo de identidades de género y el carácter puro en la forma como se establece su concepto (significado, la designación), hacen que cualquier alteración en su representación excluya en mayor o menor grado esa identidad de género del sustantivo índice, en consecuencia se empieza a generar cierta sospecha en si es mujer o no ya que no se representa como tal, no se ve como una, no se ve femenina.

Me consolidé como deforme para el “mundo”, como un discurso incoherente en el/la signo-grafía con el/la que me representaba, o mejor dicho, formé un discurso incoherente en mi performatividad que para el “receptor” se salía de los limites de lo que él entendía por mujer,. Ahora bien, esa nebulosa en los lentes de usted, lector /receptor a la hora de reconocerme en mi performatividad(5) sui generis, a la hora de leerme, está determinada por el contexto de él; digamos que es más bien un tipo de lente, que de acuerdo con la visión que le brinda, decodifica de “x” manera el mensaje.

Para ponerlo en términos claros, lo expondré así: un día iba caminando por la calle y un señor que estaba por ahí, me dijo al pasar: “uy, sólo le falta la antena”. Proposición que se podría traducir en estos términos: lo que él estaba viendo se le parecía más a un hombre que a una mujer, él podía reconocerme como mujer biológica, pero le era risible pensar que lo fuera por los signos que veía en mi apariencia. ¿qué esperaría de mi? Esperaba encontrar: ¿una mujer con apariencia de mujer?, ¿una mujer con apariencia femenina?, ¿que se performara dentro de lo que él reconocía como mujer ? él me quería ver delicada, con blower, pelo largo, aretes, tacones, bien perfumada, con alguno de estos símbolos puestos para poder verme como una mujer a cabalidad y no como un hombre inconcluso.
Pero que él me haya dicho eso y que yo haya entendido a qué se refería y por qué lo decía; que yo haya entendido el mensaje, quiere decir que compartimos un mapa conceptual; que aprendimos lo mismo por hablar el mismo lenguaje, por pertenecer al mismo lugar, al mismo contexto; sabemos que lo femenino es lo que representa a una mujer y sabemos cómo se representa en nuestra cultura.

Más significativo aún es saber que el que profirió este juicio fue un hombre refiriéndose a una mujer que no le parecía tan mujer, pues da todo un panorama de cómo está establecido el orden de significados culturales, de cómo están Representados desde la hegemonía. Es claro que somos parte de una sociedad que está establecida bajo una jerarquía patriarcal, la mayoría de los poderes los lleva un hombre: de esta manera vemos presidentes varones, curas, padres que mantienen la mayoría de nuestros hogares, etc. Si cambiamos la perspectiva de género veremos primeras damas, monjas y amas de casa, oficios que en relación con los de los hombres tienen menor importancia, menor estatus, menor poder y notaremos también que estos oficios están sujetos a los masculinos; la primera dama llega a serlo por ser la esposa del presidente, la monja es servidora de Dios pero no puede proferir el discurso a los creyentes en la iglesia como el padre, la ama de casa le sirve al marido. Los oficios masculinos significan los oficios femeninos, así como los hombres significan a las mujeres.

Si has pensado dejar mi cariño
Recuerda el camino donde te encontré
Si has pensado cambiar tu destino
Recuerda un poquito
Quién te hizo mujer. (6)

… el lenguaje como un sistema constituido externamente y dentro de cuyo orden simbólico los temas se construyen en la ideología, sus instituciones y formaciones discursivas. (7)

Lo que significa ser mujer está establecido socialmente por el lenguaje, desde la institución y en nombre de la hegemonía, desde ahí es donde son difundidos los discursos sobre cómo debe comportarse una mujer. Entonces sí pensamos en que el poder, la institución (a grandes rasgos: el Estado, la Iglesia y la Familia) es liderada por hombres y que esto fue lo que se estableció como hegemonía a través de la historia, comprenderemos que bajo este paradigma se estableció lo que Representa una mujer , que desde allí se significó lo femenino, y que en su perspectiva masculina es donde se produjo el sentido.

Esta relación de poderes fue lo que se manifestó en el juicio que ese hombre asintió sobre mi, él desde el “poder” que le confiere ser hombre con respecto a mi como mujer lo predicó, no se sintió cohibido de hacerlo, simplemente lo hizo; desde su voz de enunciación, legitimada por la hegemonía que le confiere un poder particular: lo pone a la cabeza de nosotras, marca una relación desigual y jerárquica sobre nosotras. Es por esta razón que se torna particularmente importante el hecho que sobre lo que él emitió el juicio fue sobre el carácter de mi feminidad, él me significó a mi como mujer, me designó aberración, me reguló, lo manifestó en público, me burló en público, se lo manifestó a los demás, me señaló diferente a lo que debía ser, parecer; ejerció su poder.

Nunca iguales, nuestros cuerpos de mujer. Nunca seguras, nunca como ellos. Somos el sexo del miedo, de la humillación, el sexo extranjero. Su virilidad, su famosa solidaridad masculina, se construye a partir de esta exclusión de nuestros cuerpos, se teje en esos momentos. Es un pacto que reposa sobre nuestra inferioridad. Sus risas de tíos, entre ellos, la risa de los más fuertes, ... (8)

Representamos una otredad de hombre, una diferencia con respecto al hombre, eso que nos constituye es una negatividad que revela que no somos hombres, que significa que somos diferentes, nuestros limites con respecto a lo que representamos, lo que somos, lo que significamos, está dentro de los limites de lo masculino, somos un subconjunto; en su contraste encontramos nuestras formas, nuestro sentido.

Yo como mujer represento esa ausencia de hombre, desde ese orden jerárquico me tenía que representar , bajo las líneas de este discurso me tenía que significar, que delimitar, en este rumbo tenía que erguir mi feminidad , en este sistema de valores que establecía que las mujeres se veían como tal, sí llevaban maquillaje, jugaban con muñecas, usaban vestido o falda, se ponían dos aretes, eran delicadas, se pintaban los labios y las uñas de rojo, eran cordiales, bonitas, maternales, hacendosas, … - dispositivos ornamentales para servir al hombre. –

Y es esta situación la que llega a aclarar significativamente porque mi identidad de género se configuró como problemática; por qué estaba siendo llamada a ser Representada en un orden de valores particular, por qué choqué con identidades de género particulares como las niñas de mi jardín y el hombre tan macho que me tope en la calle, porque mi mamá era una representación significativa y decisiva para mi.
Llanamente entendí que debía representarme como mujer al mismo tiempo que iba ser regulada para llevarlo a cabo, sino siempre iba a ser señalada; entendí que está situación me antecedía como sujeto; ahí descanse, pues yo no me produje como anomalía, sino que todo estaba dispuesto en el “mundo” así, para que mi forma se entendiera como deforme.

La representación no se trata como de la exteriorización de cuanto por dentro es un sujeto coherente y discreto sino que se define como un dominio impreciso que impregna las fronteras puramente imaginarias del yo y el otro, lo privado y lo público, el cuerpo y el objeto y así sucesivamente, (9)

Desde esta perspectiva está enunciado este trabajo de grado y eso es lo que busca investigar; saber qué me hizo mujer , cómo me configuré como una y qué significa su Representación, para señalar lo que esto simboliza en la configuración de una identidad de género y en la Representación de una cultura, es decir, para ver cómo lo femenino es el símbolo de varias ideologías particulares que definen lo que significa su Representación.

(1) Hall, Stuart(ed.), Representation: Cultural Representations and Signifying Practices.

London, Sage Publications, 1997, Cap. 1, pp. 13-74. Traducido en Lima, Mayo del 2002 por Elías Sevilla Casas en:

< http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/tallhall.pdf >, 30 de abril de 2008 P: 7

(2) HALL, Representation. P: 8.

(3) Saldías R., Gabriel, “Modalizados en Estilo versus Moda de Roberto Echavarren.” Espéculo. Revista de estudios literarios Nº .idad Complutense de Madrid, 2007,

< http://www.ucm.es/info/especulo/numero37/modaliza.html >

(4) Entendamos acá por Representación: el reflejo, la idea cultural y hegemónica de “mundo” en nosotros, que nos llama a designarnos en su orden de valores conceptuales, en sus unidades de sentido, en sus significados .

(5) Como signo-grafía, la performatividad representa la forma en que nos dotamos de sentido, es un signo, manifiesta una comunicación, es decir; es una especie de lenguaje, con la cual establecemos una comunicación con el mundo; bajo esta lengua estamos implicados en el mundo como unidades de sentido que pueden ser leídas por el mundo.
Es el perfil con el que uno se presenta al mundo, es el acogimiento de símbolos externos que se interiorizan como signos para ser botados al exterior (de nuevo) como identidad, estos símbolos no sólo reflejan la personalidad de cada quien sino que también funcionan como un índice
cultural, es decir: “dime cómo te ves y te diré en qué contexto estás y qué ideología llevas detrás.
(6) Jiménez, José Alfredo. Corazón, Corazón (fragmento). Canción popular.

(7) Buchloh, Benjamin. Hans Hacke: La urdimbre del mito y la ilustración. Ensayo Publicado en el libro: Hans Hacke “Obra Social”. (Barcelona: Fundació Antoni Tàpies, 1995) P: 287

(8) Despentes, Virginia. Teoría King Kong. Ed. Melusina. 2007.

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(9) Pollock, Griselda. Inscripciones en lo femenino. Ensayo publicado en el libro: Los Manifiestos del arte Posmoderno, Guasch, Anna Maria. ( España, Akal, 2000.) P: 330


1 comentario:

Quike dijo...

ufff sencillamente espectacular!!! Te felicito por tu claridad conceptual, por tu capacidad para la autoconsciencia y por tu valentía al mostrar tu alma en el blog. Bravo!!